Juan no tenía problemas y era feliz. Un día empezó a sufrir dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando hasta llegar a ser insoportables. -Le tengo una noticia buena y una mala. La buena es que puedo curarle sus dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. -Lo que necesito es un traje nuevo- se dijo El vendedor lo observó por un momento y dijo: -Muy bien, talla 44. -¡Exacto! ¿Cómo lo supo?. -Es mi trabajo -repuso el vendedor-. Mientras se observaba en el espejo, el vendedor le dijo: -¿Qué le parece una camisa nueva? Juan respondió: -Pues, ¿por qué no?-Veamos, ha de ser un 34 de mangas y dieciséis de cuello. - ¿Cómo lo supo?
Juan se puso la camisa y mientras se veía en el espejo, el vendedor le dijo: -¿Unos zapatos nuevos? -Por supuesto -dijo-. El vendedor echó un vistazo a los pies de Juan. -Un 42 -¡Exacto! ¿Cómo lo supo? Mientras Juan admiraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó: -¿Qué le parece si se lleva también unos calzoncillos nuevos? Juan por un segundo pensó en la operación que acababa de sufrir, y dijo: -¡Buena idea! Juan se rió: -No, se equivoca. He usado talla 34 desde los dieciocho años. El vendedor negó con la cabeza: -No es posible que use la 34;
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